A nivel nacional, los incendios forestales están causando estragos en diversas regiones del país. Según el Mapa Situacional de Incendios Forestales Activos del Centro de Operaciones de Emergencia Nacional (COEN) del Indeci, actualizado al 27 de septiembre de 2024, se registran 65 incendios activos en todo el territorio. Ucayali es una de las regiones más afectadas, con un incendio devastador en el distrito de Nueva Requena que ha arrasado con 7 000 hectáreas.Lámud
Por otro lado, Amazonas es la región con el mayor número de incendios activos, contabilizando 15 focos. Los distritos más golpeados incluyen Chiliquín, con la pérdida de 500 hectáreas, Jumbilla con 430 hectáreas devastadas, y Asunción, donde las llamas han arrasado 300 hectáreas. Estas cifras están en constante actualización, ya que los esfuerzos por controlar los siniestros continúan.
El desafío de Lámud
Especialmente preocupante es la situación en Lámud, un distrito de la provincia de Luya, que ha perdido más de 9 000 hectáreas de cobertura natural, según el último reporte del Indeci. Lámud fue declarado en estado de emergencia a través del Decreto Supremo N° 097-2024-PCM, que está vigente desde el 18 de septiembre hasta el 17 de noviembre de 2024. So
En respuesta a esta crisis, Escuela R, una organización que busca fortalecer a los gestores públicos en la lucha contra el cambio climático, realizó una visita de diagnóstico a Lámud como parte de su evaluación en las regiones de Amazonas, San Martín y Ucayali, las 3 primeras regiones en ser declaradas en emergencia por los siniestros. Diego Padilla, biólogo, gestor público y director de Estrategias y Alianzas Territoriales de Escuela R, compartió con Inforegión tres mensajes clave sobre los hallazgos de la visita y la situación que enfrenta este distrito.
Discrepancia de cifras y causas
Padilla señaló que uno de los principales problemas identificados es la discrepancia entre las zonas más afectadas y aquellas incluidas en la declaratoria de emergencia del Gobierno Central. Esta situación, explica, se debe a las capacidades limitadas de los gobiernos locales, que no siempre han podido transmitir adecuadamente la información sobre la magnitud de las emergencias a través de los mecanismos formales de la Gestión de Riesgo de Desastres.
“Esto explica por qué, mientras el gobierno publicaba el número de emergencias, cuando tú ibas a algunos gobiernos regionales eran otras las cifras”, señala. «Es fundamental destacar esto, porque si no fortalecemos a los gobiernos locales, estas situaciones seguirán repitiéndose», advirtió, haciendo hincapié en la falta de personal capacitado en muchas municipalidades, donde pocas personas deben gestionar múltiples áreas críticas. «¿Cómo podemos gestionar ayuda si no sabemos quién la necesita? Ese es el primer mensaje clave: debemos mejorar la gestión de las emergencias desde el momento en que ocurren», subrayó.
Padilla indicó que, según el Gobierno Regional, más de 1 000 hectáreas han sido afectadas por incendios en Lámud, mientras que las pérdidas en la provincia de Luya superan las 5 000. Atribuyó esta situación, en gran parte, a la quema de maleza, la cual se ha descontrolado este año debido a las condiciones climáticas y la falta de lluvias. Añadió que aunque en otras regiones del país los incendios pueden ser provocados por la deforestación o la minería ilegal, en Lámud el problema se relaciona específicamente con esta práctica agrícola.
Potencial de recuperación
El especialista también resalta la importancia de reconocer el capital social y el potencial de recuperación natural de las zonas afectadas. «Hemos visitado áreas que se incendiaron hace algunos años y que ya están regenerándose por sí solas en algunos casos, mientras que en otros se han comenzado a sembrar diversos tipos de árboles», subraya.
“No es el primer incendio de esta magnitud, ni es la primera vez que las comunidades enfrentan zonas quemadas y deben replantar. Esto es fundamental, ya que representa un capital social que puede dirigir y orientar los esfuerzos de restauración ecológica», indica.
Añade que también se ha observado que muchos rizomas han comenzado a germinar en las áreas afectadas. A solo dos días de apagar el incendio, ya aparecen brotes de pasto. La ceniza, al permanecer en la capa superior del suelo, no impide que el subsuelo, fértil a 2 o 3 cm de profundidad, albergue raíces y semillas, explica. Sin la competencia de la vegetación anterior, estas especies oportunistas crecen rápidamente, beneficiándose de las cenizas que actúan como abono natural con la lluvia.
Lecciones para el futuro
Padilla concluye enfatizando la necesidad de colaborar con las comunidades locales en la recuperación de los ecosistemas, destacando la resiliencia tanto de los suelos como de las personas en la región. “Ya hay brotes de pasto en algunas áreas afectadas. No partimos de cero; los ecosistemas poseen un notable potencial de recuperación”.
Finalmente, el director de Escuela R enfatiza la necesidad de considerar múltiples factores en la respuesta a los incendios, incluido el impacto psicológico en la población y las pérdidas económicas. «Esto no ha terminado; las condiciones climáticas de sequía y escasa lluvia van a persistir», advirtió Padilla, subrayando la importancia de fortalecer las capacidades de los gobiernos locales y regionales para enfrentar futuros desafíos.