jueves 04, diciembre 2025

A 50 años de la Reserva Nacional de Paracas, memorias y reflexiones

Wilfredo Pérez Ruiz evoca el legado histórico, cultural y ambiental de la Reserva Nacional de Paracas en su 50 aniversario, junto con las luchas que marcaron su defensa.

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*Por Wilfredo Pérez Ruiz

Con ocasión de conmemorarse cinco décadas de la creación de la excepcional y majestuosa Reserva Nacional de Paracas (Pisco, Ica), el próximo 25 de setiembre de 1975, quiero compartir mis reminiscencia y reflexiones sobre este invaluable escenario histórico, cultural y ambiental que está enlazado con mi incursión en la conservación del patrimonio natural del país.

Sus desiertos guardan episodios imborrables de nuestra historia. Allí floreció la grandiosa Cultura Paracas, desarrollada entre los ríos Ica y Pisco (700 a.C. – 200 d.C.) y estudiada en profundidad por Julio César Tello y Federico André Engel. Fue célebre por sus finísimos textiles, sus avances médicos en trepanaciones craneanas y su complejo sistema de momificación con fardos funerarios envueltos en telas de algodón.

Fue punto de desembarco de la misión libertadora encabezada por José de San Martín Matorras el 8 de setiembre de 1820, así como del ejército chileno durante su incursión hacia la capital peruana en la Guerra del Pacífico (1879-1883), el 20 de noviembre de 1880.

Paracas es un espacio inspirador que refleja la grandeza de nuestra biodiversidad. Alberga una valiosa muestra de mamíferos y reptiles, cuenta con playas y acantilados imponentes, y mantiene poblaciones de lobos marinos y pingüinos de Humboldt. También reúne innumerables aves locales y migratorias y deslumbra por su esplendor paisajístico. Sus afamadas Islas Ballestas, su vasta bahía y el célebre geoglifo El Candelabro figuran entre sus mayores atractivos. Desde 1992, está incluida en la lista de humedales de importancia internacional de la Convención Ramsar (1971).

Los primeros impulsos para asegurar su cuidado se remontan a 1954, cuando el conservacionista Felipe Benavides Barreda fue invitado por Bert Balshaw, quien años después sería alcalde de Pisco, con la intención de preparar un proyecto para declarar como santuario la península y la bahía hasta la zona de Mendieta. Se solicitó apoyo al régimen del presidente Manuel A. Odría (1948-1956), pero la iniciativa chocó con los perfiles técnicos para construir un terminal marítimo en Punta Pejerrey.

Desde la década de 1960 se gestaron las primeras acciones destinadas a la custodia de su herencia ancestral y ecológica. En el Congreso de la República, el diputado por Pisco, Miguel López Cano presentó numerosas normas de relevancia. A su vez, Benavides planificó la creación de un área protegida, respaldado en las indagaciones del científico británico Ian Grimwood (1967), quien en su informe afirmó:

“…Otro aspecto que podría proteger un parque nacional en esta área son la gran variedad de aves oceánicas que invernan en la bahía de Paracas, los flamencos y otras aves zancudas que frecuentan su extremo poco profundo, su famoso lugar arqueológico, con museo, y la enorme escultura labrada en la ladera del cerro que domina la bahía, conocida como ‘El Candelabro’”.

Paracas es un espacio inspirador que refleja la grandeza de nuestra biodiversidad. (Foto: Inforegión)

Años más tarde, en su artículo “La reserva de Paracas y la ONU” (El Comercio, 2 de noviembre de 1984), Felipe confirmó: “…En 1967, siendo a la sazón presidente del Patronato de Parques Nacionales y Zonales, el que escribe presentó, debidamente sustentada, una propuesta para declarar a la península de Paracas, Santuario Nacional. El presidente de la República, Fernando Belaunde Terry, la recibió con el mismo entusiasmo con el que acogió las propuestas para crear la Reserva Nacional Pampa Galeras y el Parque Nacional del Manu”.

Nunca imaginé que este espacio costero y, especialmente, su creciente depredación, tendría una influencia determinante en mi vida. A través de las reiteradas publicaciones de la revista Caretas, de la que mi padre, Danilo Pérez Lizarzaburu, era gerente general, me enteré del grave perjuicio a su integridad por el irracional saqueo de la concha de abanico. Fue así como logré contactarme con el periodista Xavier Ugarriza Reyes, autor de las notas publicadas en dicho medio. Me recibió con cordialidad y la plática concluyó con su aseveración:

“Si deseas hacer algo debes hablar con Benavides, él lidera la campaña de Paracas. Caretas solo hace eco de sus denuncias”. Acto seguido, me brindó su número telefónico. Semanas después lo conocí en su oficina ubicada en el Edificio Internacional, en la cuadra siete de la tradicional avenida Nicolás de Piérola, en el Centro Histórico de Lima.

El domingo 13 de enero de 1985 apareció en el suplemento del diario Hoy mi escrito “Saqueo en Paracas”, gracias a la generosa disposición del recordado periodista Hernán Zegarra Obando. Era mi primera colaboración en un periódico de circulación masiva y aún recuerdo los aprietos para elaborarlo, así como la inmensa emoción que sentí al verlo publicado.

En aquel texto describí los hechos luctuosos que atentaban contra la intangibilidad de este entorno sensible de nuestra franja costera. Al respecto, cité lo siguiente: “…Es crítica la situación de la Reserva Nacional de Paracas. Desde hace tiempo atrás, el Estado, a través de la Capitanía del Puerto de Pisco, viene entregando ilegalmente lotizaciones a más de 80 empresas para la explotación y crianza de las conchas de abanico. Los criaderos están avanzando sobre la bahía, a pesar de que todo esto fue advertido hace más de dos años por los biólogos del Ministerio de Agricultura”.

El Fenómeno del Niño (1983) produjo una sobreabundancia de este recurso hidrobiológico y, como consecuencia, el gobierno benefició a gremios empresariales con su usufructo ilimitado. Amparados en esta concesión y en el silencio cómplice de discutidas organizaciones no gubernamentales y de sectores políticos diversos, se inició uno de los desmanes más censurables. Acciones reveladoras de codicia y de la determinación de orientar su aprovechamiento en favor de una minoría económica, poniendo en riesgo su existencia.

Paracas es símbolo de peruanidad, identidad y pertenencia, un refugio natural inconmensurable y un escenario vibrante de esplendor. (Foto: Camisea)

A estos desórdenes se sumó la construcción de dos muelles, financiados por el Banco Interamericano de Desarrollo (1985), en Lagunilla y Laguna Grande, con el propósito de favorecer a los extractores de concha de abanico. Este hecho solo puede compararse con la “fiebre del oro” en California, Estados Unidos (1849). Entre 1983 y 1987, según el disuelto Instituto de Comercio Exterior (ICE), se generaron 74 millones de dólares por su venta. Se establecieron asentamientos humanos y llegaron 5000 pescadores, 700 embarcaciones y 800 buzos, ocasionando incalculables trastornos.

Eso no fue todo: el pretendido aprovechamiento de bentonita, la emisión de desechos industriales, el turismo descontrolado y la intención de promover la pesca industrial se convirtieron en ignominias que dañaron este lugar de valor excepcional. Persisten, hasta hoy, las amenazas por iniciativas privadas y estatales.

Deseo evocar la perseverante contribución, durante estos oprobiosos sucesos, de Carlos Obando Llajaruna, jefe de la Reserva Nacional de Paracas (1982-1995), docente, investigador y en tiempos recientes decano del Colegio de Biólogos del Perú (Ica), así como del senador Miguel López Cano (1980-1985), reconocido intelectual, ciudadano probo y exalcalde de Pisco. Sus iniciativas legislativas, escritos y acciones estuvieron siempre encaminados a la defensa de Paracas. Ambos, en su fecundo e incansable esfuerzo, enfrentaron indiferencias, mezquindades y adversidades. Sin embargo, se mantuvieron firmes en sus convicciones.

Con particular énfasis destacó el protagonismo de Felipe Benavides Barreda, respetado diplomático y apasionado conservacionista. Destinó los 50 mil dólares del premio J. Paul Getty (1974), cuyo jurado internacional presidió el príncipe Bernardo de Holanda, para adquirir una propiedad en la que instaló el Instituto Paracas, en la bahía del mismo nombre. Fue una clara muestra de su firme compromiso por salvaguardar este invaluable patrimonio. Sus denuncias internacionales, gestiones y tratativas lo convirtieron en referente inspirador para el movimiento ambiental. A su muerte, en 1991, allí fueron esparcidas sus cenizas.

Paracas es símbolo de peruanidad, identidad y pertenencia, un refugio natural inconmensurable y un escenario vibrante de esplendor. Así lo expresó el ambientalista sueco Sven Wahlberg (1987): «La palabra única a menudo tan usada, pero, tanto desde un punto de vista nacional e internacional, Paracas es verdaderamente única. No hay otro lugar similar en la tierra. También es de gran importancia como lugar de descanso e invernadero para la gran parte de aves costeras del hemisferio occidental. El Perú y la comunidad mundial tienen una responsabilidad y obligación de salvar Paracas para el futuro, para nuestros descendientes y nuestros semejantes”.

*Sobre el autor: Ha colaborado en diarios como Expreso, El Comercio, La República y El Peruano, y dirigió en 2004 la revista por el 40 aniversario del Parque de Las Leyendas. Es autor de Conservación de la naturaleza: ética e intereses (1990), La saga de la vicuña (1994), Epistolario (1997), Felipe Benavides – Señor de la Ecología (2019) y Etiqueta Social y Protocolo: Apuntes y Reflexiones (2024).

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