Barranco amaneció con un latido distinto el 14 de octubre, el de un río invisible que fluye entre voces, colores y memorias del bosque. En una casona de la avenida Almirante Grau abrió sus puertas «Río Corrientes», un nuevo espacio consagrado al arte amazónico contemporáneo que lleva su pulso a la capital. En el número 691, seis artistas: Graciela Arias, Lastenia Canayo, Neyra Pérez, Olinda Silvano, Agustina Valera y Oliver Agustín, se reúnen para transformar su herencia en presente y su territorio en creación.
Durante los últimos tres meses, estas y estos creadores han compartido un taller convertido en laboratorio de ideas, donde las técnicas ancestrales conversan con la experimentación contemporánea. Entre pigmentos naturales, barro, maderas talladas y tejidos con kené, cada uno ha dado forma a una obra que nace desde la raíz amazónica y se proyecta al mundo.
Entre los artistas que dan vida a este cauce creativo destaca Graciela Arias, formada en la Escuela Superior de Formación Artística Eduardo Meza Saravia, en Pucallpa. Su obra surge del encuentro entre la memoria y el cuerpo, donde evoca la feminidad amazónica, los mitos que habitan el bosque y las costumbres que resisten en lo cotidiano. En sus manos, la pintura se expande sobre maderas talladas y utensilios tradicionales.
“Este proyecto nació para ayudarnos a fortalecer nuestras técnicas, reconocer nuestras debilidades y hacer que nuestras obras tengan un nivel más profesional”, nos explica. “Nos dieron un espacio cómodo para producir, con acompañamiento, pero sin perder nuestra esencia. Es un taller de creación, no solo de venta, y una oportunidad para mostrarnos ante el público”.
Arias también valora que «Río Corrientes» sea un punto de encuentro entre la Amazonía y Lima. “Todos los que estamos aquí venimos de distintas comunidades. Este lugar es una ventana para que la gente que no puede ir hasta la selva conozca nuestro arte directamente, en primera persona. Barranco es un espacio donde circula el arte, y ahora también fluye nuestra mirada amazónica”, subraya.

Entre el kené y el cosmos
El recorrido por «Río Corrientes» es también un viaje por los imaginarios de la Amazonía. En las paredes y vitrinas uno puede ver cómo conviven las líneas geométricas del kené shipibo-konibo, las figuras místicas de la cerámica tradicional y las abstracciones contemporáneas. En las mesas se mezclan pigmentos naturales, arcilla y pinceles, como materiales que respiran el ritmo del bosque.
Olinda Silvano, artista shipibo-konibo y promotora cultural radicada en la comunidad de Cantagallo, irradia una energía que conecta lo espiritual con lo colectivo. Reconocida por haber llevado el diseño tradicional kené a formatos monumentales, ha convertido sus trazos en símbolos de identidad y resistencia.
“Estas artes son sanaciones, son visión y energía”, afirma. “El arte amazónico no solo se mira, se siente. Es nuestra memoria, nuestro canto, nuestro ícaro”, añade. Desliza las manos sobre su mesa y nos muestra, con orgullo, su más reciente trabajo en serigrafía. Desde hace semanas, Olinda viene explorando nuevas técnicas como esta o el uso de pan de plata. “Me alegra mucho estar aquí, siempre hay algo nuevo por hacer y por aprender. No estamos perdiendo nuestra identidad, la estamos haciendo más visible”, dice mientras observa los colores que dan vida a sus diseños.
Un laboratorio de creación y encuentro
Para Christian Bendayán, director de «Río Corrientes» y de BUFEO: Amazonía + Arte, asociación dedicada a la investigación, gestión y promoción del arte amazónico, este nuevo espacio es una apuesta por la reinvención y el intercambio horizontal entre creadores. “Los artistas han explorado dentro de lo que ya habían construido. Han ido más allá de su propio universo artístico”, reflexiona.

Asimismo, destaca que el espacio busca también tender puentes entre la Amazonía y los circuitos del arte nacional e internacional, propiciando un contacto directo con curadores, coleccionistas y público especializado.
Herencias que fluyen
El espacio lleva el nombre de «Río Corrientes» en homenaje a la generosidad creativa de las y los artistas de la Amazonía y a figuras pioneras como Nancy Dantas, quien marcó profundamente el desarrollo del arte en Iquitos y la región en la segunda mitad del siglo XX. Su legado se prolonga en esta nueva generación que, sin renunciar a la tradición, se atreve a experimentar con nuevos lenguajes y soportes.
La maestra ceramista Agustina Valera, conocida como Ranin Ama, y su hijo Oliver Agustín son parte de esa continuidad. Juntos expanden los límites simbólicos del kené y reinterpretan la cerámica ancestral desde una mirada contemporánea. Esta colaboración es un ejemplo de cómo el arte amazónico se renueva sin romper con sus raíces.
En paralelo, artistas como Neyra Pérez, del pueblo iskonawa, aportan una mirada abstracta y geométrica inspirada en las montañas sagradas y los paisajes interiores de su cultura. Su obra, de líneas precisas y simbolismo profundo, evoca la conexión espiritual con el cerro El Cono, montaña sagrada para su pueblo y eje de su cosmovisión.

Un cauce que fluye hacia nuevos horizontes
Hasta el 15 de diciembre, «Río Corrientes» permanecerá abierto en Almirante Grau 691, Barranco. Es apenas la primera etapa de un proyecto que se extenderá por dos años, con nuevas residencias y temporadas que renovarán el flujo creativo.
En un contexto donde la centralidad cultural sigue concentrada en Lima, «Río Corrientes» propone una corriente contraria, la que fluye desde los territorios amazónicos hacia el centro, trayendo consigo otras formas de mirar, crear y existir.
Al final del día, las luces de Barranco iluminan el taller. Afuera, el murmullo del distrito bohemio sigue su curso, mientras adentro, el arte amazónico respira, se expande y fluye. Como un río que, finalmente, encuentra su cauce en la ciudad.
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