En la provincia de Bolívar, en La Libertad, la Semana Santa se vive a través de una tradición que combina religiosidad y conservación ambiental. Se trata de la peregrinación de los llamados “palmeros”, un grupo de doce hombres que, cada año, encarna a los apóstoles y emprende una caminata a pie hacia la selva para recolectar palmas silvestres que simbolizan la entrada triunfal de Jesucristo a Jerusalén.
La actividad comienza al amanecer del lunes anterior al Domingo de Ramos. Los palmeros parten desde la plaza principal del distrito, cruzando las montañas hasta la región San Martín. Llevan víveres tradicionales como trigo, cancha, hojas de coca, cuyes y aguardiente, y caminan con sandalias típicas (ojotas) hasta llegar a Sirinmala, donde inicia el tramo más exigente.
Penitencia descalza y respeto por el entorno
En Sirinmala, los peregrinos se descalzan y continúan a pie limpio por un desfiladero de 20 metros. Esta parte del recorrido, según la tradición local, marca el inicio de la penitencia real. Caminar descalzos por terrenos accidentados forma parte del rito que, según testimonios, se realiza desde hace más de cien años.
El trayecto atraviesa la Concesión para Conservación del Alto Huayabamba, un área protegida de más de 145 mil hectáreas. Este espacio conserva una alta biodiversidad que incluye especies en peligro como el mono choro de cola amarilla y el oso de anteojos. En este entorno crecen las palmas silvestres utilizadas en la ceremonia.
Recolección sostenible y vínculo con el bosque
La recolección de las palmas se realiza bajo la guía del maestro palmero Zacarías Gaspar Dávila. Los participantes seleccionan cuidadosamente las hojas, sin dañar las plantas madre y permitiendo la regeneración del ecosistema. Esta práctica muestra un conocimiento ancestral sobre el manejo sostenible del bosque.
Durante el retorno, los peregrinos descansan en la zona de Las Yungas, un territorio que alberga más de 100 lagunas altoandinas. Estas fuentes de agua abastecen a comunidades cercanas y son hábitat de especies endémicas. En los últimos años, algunos palmeros han señalado que hay menos palmas disponibles, lo que atribuyen a cambios ambientales en el bosque.
Reconocimiento nacional y valor ambiental
El miércoles previo al Domingo de Ramos, los palmeros regresan a Bolívar. Son recibidos con celebraciones comunitarias, repique de campanas y cánticos religiosos. Las palmas recolectadas son utilizadas en las procesiones locales, consideradas un símbolo de fe y resistencia cultural.
En 2012, el Ministerio de Cultura declaró esta tradición como Patrimonio Cultural de la Nación, destacando no solo su dimensión religiosa, sino también su mensaje de respeto por la naturaleza. La ceremonia representa un vínculo simbólico entre el ser humano y su entorno, donde la fe y la conservación convergen.
Una tradición que enfrenta nuevos desafíos
La continuidad de esta práctica depende de factores como la transmisión generacional, el compromiso de las comunidades y la salud del ecosistema que la sustenta. La disminución de palmas y otros cambios en el bosque andino-amazónico reflejan una alerta sobre el impacto ambiental en la zona.
Así, la peregrinación de los palmeros de Bolívar trasciende lo espiritual y se presenta también como una forma de conservación cultural y ecológica. Su persistencia recuerda que las tradiciones vivas pueden ser aliadas en la protección de los territorios.
