El Pleno del Congreso aprobó un acuerdo entre el Perú y Estados Unidos para interceptar avionetas que transporten droga a países vecinos. Se trata de una medida que se coordinaba ante la expansión del narcotráfico en nuestro país. Esta iniciativa se aprobó con 73 votos a favor, 30 en contra y 4 abstenciones.
El acuerdo busca combatir al tráfico ilícito de drogas a través de la interceptación aérea con la asistencia de los Estados Unidos. No se disparará a las avionetas que se detecten en el espacio aéreo peruano, sino que una aeronave les persuadirá a que aterricen o abandonen el país. Así lo estipula el acuerdo mencionado.
Sustentación
La propuesta para aprobar el acuerdo fue sustentada por el presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Congreso de la República, Alejandro Aguinaga. Anotó que la iniciativa cuenta con las opiniones de informes técnicos de varias entidades. Entre ellas, los ministerios de Relaciones Exteriores, Interior y Defensa. A ellos se añade el Ministerio Público y Devida.
“El acuerdo resulta conveniente a los intereses del Estado peruano. (Esto con el fin de) interrumpir el puente aéreo de aeronaves sospechosas vinculadas al tráfico ilícito de drogas al más breve plazo, y contener la expansión de cultivos ilícitos de coca y mitigar los daños sociales, económicos y ambientales que amenazan la seguridad”, sostuvo.
En el debate, la congresista Karol Paredes dijo que la aprobación del acuerdo es vital para el país. En tanto, el parlamentario José Williams afirmó que la propuesta permitirá que Estados Unidos comparta información desde sus satélites. Esto se realizará en tiempo real y mediante radares, anotó.
Datos
Ese acuerdo existía entre ambos países, pero fue cancelado por Estados Unidos en 2001. Por entonces, se derribó por error una avioneta que llevaba a cinco evangélicos estadounidenses. El hecho dejó como saldo dos personas fallecidas: una misionara y su pequeña hija.
Según la agencia antidrogas estadunidense DEA, Perú es uno de los principales productores mundiales de cocaína. Además, es el segundo cultivador global de hoja de coca después de Colombia, según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito.
