En la galería MUT, de la región metropolitana de Santiago de Chile, una exposición de 25 fotografías en blanco y negro nos ofrece un viaje al corazón de la Amazonía peruana. La muestra, titulada ‘Shipibo – Konibo: Retratos de mi sangre’, no es solo un registro visual, sino un testimonio íntimo capturado por el fotoperiodista David Díaz, un artista nacido y criado en la comunidad nativa Nuevo Saposoa, en la región de Ucayali.
En una entrevista exclusiva con Inforegion, Díaz explica que su trabajo trasciende la mera documentación. Se trata de un acto de complicidad con su propia gente y una forma de «salvar la memoria» de un pueblo en constante cambio.
La complicidad en cada retrato
Para David Díaz, su origen Shipibo-Konibo no es un detalle menor, sino la base de su trabajo. Él confiesa que su cercanía le ha dado un privilegio: la facilidad de acceso y la confianza de su comunidad. «Ha sido un trabajo en equipo», afirma, refiriéndose a la complicidad que existe en cada retrato. Su objetivo es claro: mostrar que son personas «tan humanas como todos los demás».
Los retratos de Díaz buscan ser un espejo para el espectador, un reflejo de la humanidad compartida. En las imágenes, el fotógrafo busca destacar las miradas, los accesorios y, en especial, los trajes ancestrales, que en el caso de los hombres se están perdiendo. A través de su lente, estos elementos se convierten en una huella visual de una cultura viva, pero que enfrenta la modernidad y la transición.
Blanco y negro: Poesía y resiliencia
Díaz decidió trabajar exclusivamente con el blanco y negro, una elección que rinde homenaje a dos pilares fundamentales: los sabios ancestrales de su cultura y los maestros de la fotografía andina como Martín Chambi y los hermanos Vargas. Esta técnica, según el fotógrafo, le permite proyectar la «fuerza, la fortaleza y la resiliencia» de su pueblo. «Añadirle el color», dice, «habría priorizado el color, dejando de lado lo que quiero mostrar». El blanco y negro se convierte en un medio para ir más allá de la superficie y capturar una cuota de poesía y dignidad en cada persona.
Este homenaje a la escuela fotográfica andina de principios del siglo XX es intencional. Díaz explica que, al buscar referentes visuales en la Amazonía, no encontró un fotógrafo indígena que documentara a su propio pueblo. Así, decidió volcar la mirada de Chambi en la realidad amazónica, creando una nueva escuela de fotografía contemporánea que busca reivindicar la identidad indígena.
El reto de documentar la amenaza
La exposición de Díaz ha tenido una gran acogida internacional, con presentaciones en Bolivia, España y Francia. Sin embargo, el fotógrafo lamenta que en su propio país ha expuesto menos veces. Para él, es irónico que sus fotos, creadas para que la sociedad peruana se conozca a sí misma, tengan más espacios fuera que dentro de Perú.
Además, David Díaz no es ajeno a la otra cara de su oficio. Su trabajo como fotoperiodista lo ha llevado a documentar la deforestación y otras amenazas en su territorio, una labor que considera «muy peligrosa» para los comunicadores indígenas. Él ve la fotografía como una «herramienta de denuncia» que, a pesar del riesgo, se ha convertido en una vía crucial para que los pueblos indígenas defiendan sus territorios y hagan escuchar sus voces.
La exposición de David Díaz en Santiago es más que una muestra artística; es una ventana a la resiliencia, la cultura y las luchas de un pueblo. Un recordatorio visual de que la memoria se salva a través del lente, un retrato a la vez.
