En la zona noroeste del Perú, desde Loreto hasta los departamentos amazónicos de San Martín, Huánuco y Ucayali, el Parque Nacional Cordillera Azul (PNCAZ) se erige sobre el horizonte con montes llenos de vegetación, que, con la luz, parecieran pintarse de diversos tonos de azul que dan nombre al parque. De la cordillera, nace el río Aguaytía, que se expande a lo largo de Ucayali.
El Parque Nacional Cordillera Azul, como otras Áreas Naturales Protegidas en el país, tiene un papel fundamental en la conservación de los ecosistemas y la biodiversidad de la Amazonía. A su vez, los habitantes que viven en los alrededores del área son grandes aliados para la protección de estos ecosistemas. Contribuyen a conservar los recursos y a mantener una convivencia saludable y de respeto mutuo con la naturaleza.
Paisajes sostenibles
La Comunidad Nativa Santa Rosa de Aguaytía, ubicada al lado del río Gradayacu en la zona de amortiguamiento del Parque Nacional, es una de las 12 comunidades nativas con las que trabaja el proyecto Paisajes Productivos Sostenibles en la Amazonía peruana. Este proyecto, liderado por el Ministerio del Ambiente (Minam), cuenta con la cooperación técnica del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el financiamiento del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF).
En alianza con el Centro de Conservación, Investigación y Manejo de Áreas Naturales (CIMA), el proyecto impulsa procesos de restauración activa con tres comunidades nativas en la misma zona. Los habitantes de estas comunidades desempeñan un papel crucial en la conservación y recuperación del bosque amazónico, así como en la mitigación del cambio climático.
Recuperar lo que había antes
“Antes había muchas más especies” recuerda Nilda Vásquez, mujer restauradora de la comunidad, junto a un árbol de sangre de grado que instaló en su parcela, una especie cuya savia tiene propiedades medicinales. Continúa contándonos que “en esos tiempos había más, por ejemplo, el ishpingo, y eso ya no se ve mucho”.
El ishpingo es un árbol categorizado desde 2005 como una especie vulnerable en el Perú. A nivel mundial, es una especie en peligro. Esta, junto a otras especies nativas de la Amazonía, se ven amenazadas y enfrentan el riesgo de desaparecer por la actividad humana no regulada que causa deforestación y avanza a un paso acelerado en el país.
Perú es el cuarto país en el mundo con mayor extensión en bosques tropicales, según Minam. Los bosques de nuestro país poseen el 23% y 44% de la diversidad de plantas y aves tropicales en los trópicos, de acuerdo con la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.Sin embargo, en el 2022, se perdieron 146 575 hectáreas de bosque amazónico en todo el Perú, de acuerdo con el portal Geobosques del Ministerio del Ambiente; un área que equivale a más de 10 veces el distrito de San Juan de Lurigancho.
A nivel regional, solo entre 2020 y el primer trimestre de 2023, Ucayali perdió 116 482 hectáreas de cobertura boscosa, de acuerdo con la Gerencia de Flora y Fauna Silvestre del Gobierno Regional. Frente a la amenaza de la deforestación, se hace necesario tener marcos normativos fuertes que regulen la actividad humana que impacta en los bosques, así como impulsar acciones de monitoreo y vigilancia de estos. Pero ello no es suficiente, también es clave impulsar acciones que apunten a la recuperación de los ecosistemas y a reparar el daño causado.
Restauración ecológica
Para atender estos desafíos, el proyecto Paisajes Productivos Sostenibles busca contribuir a reducir la deforestación y recuperar los bosques amazónicos mediante la gestión de los recursos naturales y el apoyo a sistemas productivos que incorporan la sostenibilidad ambiental, con un enfoque territorial integral e integrado. Así, ya van alrededor de 4000 hectáreas de paisajes degradados en proceso de restauración, tanto activa como pasiva.
La parcela de Nilda se encuentra en restauración activa. Hace dos años, un anuncio desde el altoparlante de su comunidad la llevó a conocer la restauración ecológica y las posibilidades de implementarla en su espacio. Desde entonces, su parcela se ha vuelto hogar de diversas especies forestales, así como un ejemplo a seguir para los otros socios dedicados a la restauración en la comunidad.
“Para mí, la restauración es regenerar los bosques. Es importante para el medio ambiente, por el oxígeno, para los animales” dice Nilda sobre lo que la motiva a restaurar, “por ejemplo, por la fruta. Esta uvilla de acá a unos años va a producir fruta, entonces los monitos van a venir otra vez y así va a ir aumentando la fauna”.
La restauración ecológica consiste en la recuperación de especies de vegetación nativa que se han perdido en áreas degradadas o destruidas. Así, quienes han emprendido el camino de la restauración en la comunidad nativa Santa Rosa de Aguaytía han elegido árboles que recuerdan o les han contado que había antes, como el ishpingo, la uvilla, el cedro, la quinilla, la caoba, la carahuasca y el shihuahuaco.
Recuperar los servicios ecosistémicos
A través de la siembra de estas especies, las socios y socios de la comunidad están aportando a la recuperación de la cobertura boscosa y de la biodiversidad al restaurar los espacios naturales donde conviven miles de especies de flora y fauna. De esta manera, se pueden recuperar también los servicios que los ecosistemas brindan: el agua, el suelo, la vegetación, los animales y los paisajes.
Con ello, se aporta a la promoción de la salud, la calidad de vida y la seguridad alimentaria de las comunidades. Asimismo, se recupera la conexión de los corredores ecológicos con espacios como el Parque Nacional Cordillera Azul, restaurando poco a poco la Amazonía a un estado saludable y resiliente.
Por otro lado, la restauración ecológica impulsada por el proyecto Paisajes Productivos Sostenibles complementa el desarrollo de sistemas agroforestales en las parcelas de los comuneros y las comuneras, donde se siembran cultivos como el cacao, en conjunto con las especies forestales.
Esta es una forma de agricultura que permite diversificar la producción y mejorar el rendimiento de los cultivos, al manejarse en condiciones similares a su hábitat natural, a la par que enriquece los suelos con la diversidad de material biológico. En la parcela de Nilda, junto con los árboles que ha sembrado, crecen plantas de cacao que son un beneficio para la comunidad de Santa Rosa de Aguaytía, según nos cuenta
“En el futuro quiero que mis árboles estén grandes” comenta Nilda, “nos va a servir a mí y a mis hijos para tener medicina, para tener fruta, para tener un aire más puro”.
Mujeres chamba
De acuerdo con el censo de 2017, las mujeres que se autoidentifican como indígenas en el Perú son 3 millones 779 mil 113; aproximadamente 10% de la población del país. Sin embargo, a pesar de que conforman un porcentaje importante, se enfrentan a múltiples brechas que condicionan su desarrollo, tanto por ser mujeres como por su autoidentificación étnica.
La recomendación general 39 de la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (CEDAW) reconoce el vínculo de las mujeres y niñas indígenas con sus tierras, territorios y recursos naturales, como parte de la construcción de su identidad y cultura. En ese sentido, la conservación de sus territorios se vuelve clave para garantizar el ejercicio pleno de sus derechos fundamentales.
“En la restauración, somos más mujeres que hemos decidido sembrar” cuenta Mercedes Honorio, restauradora de Santa Rosa de Aguaytía y miembro de la Asociación de Artesanas Metsa Biri. “Somos mujeres chamba, trabajadoras, no nos quedamos. Hacemos todos los esfuerzos para que salga adelante esto”.
En la restauración ecológica, las mujeres de Santa Rosa de Aguaytía han tomado en sus propias manos el liderazgo de conservar, restaurar y recuperar el bosque. Como cuenta Mercedes, son mujeres de edades variadas, desde los 25 hasta los 60 años, que con esfuerzo están eligiendo semilleros, sembrando árboles y reconectando el bosque con su estado anterior.
Actividades productivas
Para motivar a más comuneros y apoyar a las personas que ya tienen iniciativas de restauración vigentes, las comuneras de Santa Rosa de Aguaytía instalaron dos viveros, donde se pueden encontrar las especies forestales que crecen en sus parcelas.
“Hemos construido un vivero, hemos encontrado los semilleros en cada parcela, hemos ido juntando las semillas y hemos plantado en el vivero” cuenta Mercedes sobre esta iniciativa. De esta manera, aseguran que las especies que se siembren en las demás parcelas tengan la resistencia que tienen las que ya están creciendo, para una restauración más sostenible.
Mujeres indígenas, agentes de cambio
En la conservación ambiental, la participación de los pueblos indígenas es clave. Según información de FAO y FILAC, los bosques en territorios indígenas están en mejor estado de conservación que otros; asimismo, el Informe de Desarrollo Humano del PNUD en 2020 señaló que una sola persona indígena, mediante la conservación de bosques, contribuye a reducir las emisiones de carbono equivalentes al daño generado por una persona del 1% más rico del mundo.
Las mujeres de Santa Rosa de Aguaytía están liderando el cambio en su comunidad, a través de iniciativas de restauración y producción, que configuran un referente para promover una gestión sostenible del paisaje. Este gran trabajo contribuye a un futuro más sostenible para ellas, sus familias, su comunidad, los pueblos indígenas y para los millones de personas que dependen y se benefician diariamente de los servicios ecosistémicos que provee la Amazonía de nuestro país.