LIMA. El artista visual Antonio De Loayza presentó «Destierro», su última entrega personal expuesta en las Salas 770 del Centro Cultural Ricardo Palma en el último mes. A través de instalaciones con ladrillos, mallas y materiales constructivos, el artista confronta al espectador con la experiencia humana del desarraigo, los procesos de la vida, la pérdida y la búsqueda de hogar.
La sensación de vacío que produce dejar un lugar, para migrar a otro, se presenta en distintos momentos históricos. De Loayza busca generar una reflexión sobre estos procesos colectivos e íntimos, refiriéndose a la memoria ancestral de los pueblos originarios del Perú.
La muestra se compone de piezas que remiten a simbologías de culturas como Chavín, Paracas y Shipibo-Konibo, tejiendo un puente entre el pasado, el presente y el futuro. Se rescata así el vínculo del ser humano con la tierra, en contraste con la alienación de la vida moderna.
Además, hay una búsqueda por reconocer lo autóctono y lo originario, como forma de preservar la memoria colectiva en medio de los cambios. Se apunta a resignificar el territorio desde nuestras raíces, para mitigar la sensación de extrañeza y no pertenencia.
‘Destierro’ en la Sala 770
En la sala principal se muestra la instalación «Origen», inicio del proyecto «Un jardín en el cielo» presentado por el artista en el 2021 en el ICPNA de San Miguel. De Loayza ve la arquitectura vinculada a la naturaleza, memoria y vida.
En la instalación «El Retorno» se ve un conjunto de aves de malla que trascienden la dimensionalidad del lienzo, acercando la mirada hacia la metamorfosis de la muerte hacia un nuevo comienzo.
Otra pieza llamada «Moatian Xao Kené: los caminos ancestrales”(parte de la instalación “territorio”), trabajada en colaboración con la artista Shipibo-Konibo Wilma Maynas, muestra el patrón del diseño Kené que alude a la erosión del tiempo, sin desligarnos del lenguaje que perdura hasta la actualidad.
La exposición termina con la instalación «Sostenerse», que apunta a la continuidad tras el destierro, donde el individuo se sostiene a sí mismo más allá de las divisiones. Según el artista, estos tiempos requieren nuevos pensamientos y lenguajes para integrar diferencias como civilización.
«Como humanidad atravesamos por una metamorfosis. El destierro no sólo se refiere a hechos de transformación personales sino como civilización lidiamos con un destierro continuo, y es por eso que surge en mí la necesidad de crear un territorio/paisaje en donde la unidad sea posible y el cuidado de nuestra riqueza ancestral sea vigente», afirma.
Nuevos vientos
Antonio considera que el arte puede aportar nuevos lenguajes para integrar nuestras diferencias como civilización. Asimismo, plantea la necesidad de pensar en términos de colectividad e imaginarnos de una manera más integral con la naturaleza y nuestro entorno.
La muestra es una invitación a reflexionar sobre nuestra diversidad y complejidad histórica como sociedad. Pensar en los nuevos ritos que se deben sostener en tiempos de cambio. Busca rescatar aquello que nos une por sobre lo que nos separa, en un proceso por volver a ser uno como país y continente.