En la comunidad de Cantagallo, ubicada en la ciudad de Lima, un grupo de mujeres del pueblo shipibo-konibo encontró una manera única y poderosa de preservar y celebrar sus tradiciones ancestrales a través del arte. Ellas forman parte del colectivo Soi Noma, un conjunto de doce talentosas artistas que, mediante el arte del kené, narran historias de resistencia, resiliencia y conexión con sus raíces amazónicas.
Sus integrantes llegaron a la ciudad de Lima en el año 2000 por diversos motivos, como la búsqueda de mejores oportunidades laborales y educativas. A pesar de los cambios y desafíos del entorno urbano, esta comunidad mantiene vivas sus costumbres y manifestaciones culturales, reafirmando su identidad y resistencia en cada obra que crean.
Hoy Soi Noma, cuyo nombre significa «mujeres que hacen trabajos finos y hermosos», se ha convertido en un pilar fundamental para la preservación cultural del pueblo shipibo-konibo. Los patrones geométricos característicos del kené se plasman en tejidos, cerámicas, pinturas corporales y otros soportes, manteniendo viva una tradición que enfrenta el riesgo de desaparecer.
«A través del kené relatamos las historias de nuestros ancestros, de las plantas medicinales, de los animales y de los peces. Llevamos en nuestras venas el arte tradicional del pueblo shipibo-konibo. Así sentimos y mantenemos viva la energía de nuestros ancestros, que siempre nos guían”, comparte con Inforegión, Jessica Silvano, una de las integrantes de Soi Noma.
Los primeros trazos de Soi Noma
El colectivo fue formalmente establecido después de la pandemia, aunque sus raíces se remontan a los trabajos pioneros de Olinda Silvano, Silvia Ricopa y Wilma Maynas. La creación del colectivo respondió a la necesidad de generar nuevas oportunidades laborales y fortalecer su identidad cultural. «Además, surgió porque queremos que los saberes ancestrales no se pierdan y puedan seguir compartiéndose de generación en generación», añade Jessica.
La artista recuerda cómo fueron las mujeres de su familia quienes le transmitieron el amor por el arte y sus raíces. «Cuando era niña, mi abuelita solía hacer cerámica con un barro especial. Jugábamos, dejábamos que se secara y con nuestro propio cabello hacíamos pinceles, luego nos enseñaba a pintar. Después nos entregaba pedazos de tocuyo con el diseño shipibo-konibo y bordábamos», relata.
La mamá de Jessica, Dora Inuma, también forma parte del colectivo Soi Noma, donde continúa compartiendo su sabiduría. Junto a ella y Jessica, las otras mujeres del colectivo son: Olinda Silvano, Sadith Silvano, Wilma Maynas, Silvia Ricopa, Carmen Jéssica Silvano, Salomé Buenapico, Delia Pizarro, Pilar Arce, Rosy Silvano, Nelda Silvano y Cordelia Sánchez.
Exposiciones
La labor de Soi Noma es reconocida en diversos espacios, como el mural Tañan Kené, instalado en 2023 de forma permanente en el Museo de Arte de Lima (MALI), así como el mural en la Embajada de Estados Unidos en Perú, en homenaje al centenario del nacimiento de Yma Sumac.
Además, en marzo de este año, inauguraron su primera exposición titulada ‘Encuentro de ríos’ en la Galería del Paseo Lima, donde presentaron una serie de obras sobre lienzo con distintas interpretaciones de los diseños del kené. Su trabajo más reciente incluye la muestra ‘Koshi Kené’, ubicada en la sede Lima Centro del Icpna, la cual estará abierta hasta el 13 de julio.
Preservación de un legado
Las mujeres de Soi Noma no solo se enfrentan al desafío de preservar sus tradiciones en un entorno urbano, sino también a la discriminación. “Pero eso no nos detiene de visibilizar nuestra cultura», afirma Jessica.
El kené, con su complejidad matemática y su profunda significación espiritual, es un símbolo de la herencia cultural del pueblo shipibo-konibo. Cada obra creada por Soi Noma es un testimonio de la conexión entre generaciones y la importancia de mantener vivos los conocimientos ancestrales.
Además de su trabajo artístico, las mujeres de Soi Noma lograron avances significativos en su educación gracias a su trabajo cultural a lo largo de los años. Hoy algunas integrantes cursan estudios en la Universidad del Pacífico, un logro notable considerando que muchas de ellas o sus madres no tuvieron acceso a la educación formal. Esta apertura a nuevas experiencias y conocimientos se integra con sus prácticas tradicionales, enriqueciendo su arte y fortaleciendo su comunidad.