jueves 21, noviembre 2024

Luchas migrantes: Marian Rivero enfrenta la discriminación con resiliencia y solidaridad en Perú

Con apenas 18 años, Marian Rivero ha atravesado grandes barreras, como la discriminación y la xenofobia, para asumir un rol de liderazgo y ejemplo para muchos migrantes.

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“Para no sufrir discriminación, he tenido que aprender a disimular mi acento”. Marian llegó al Perú en el año 2017, viajando en avión sola con su hermana en búsqueda de un mejor futuro, así como lo hicieron muchos otros migrantes. Un año antes, por temas laborales, su padre ya había llegado al país. Lamentablemente, debido a los costos de los pasajes y a la situación económica, tuvieron que dejar a su madre en Venezuela.

“La decisión se tomó en una semana. Sabíamos que la crisis iba a empeorar por todo lo que decía el presidente. Entonces, mi madre nos dijo a mí y a mi hermana que la próxima semana nos teníamos que ir. Agarramos nuestras cosas y vinimos, nuestra madre se quedó allá porque ya no había dinero para su pasaje”, lamenta la joven lideresa.

Una llegada marcada por la xenofobia

Marian empezó a estudiar tan pronto como llegó a Lima. Una vez en la capital, luego de pasar por las dificultades que implica venir del extranjero y tratar de acceder a la educación sin tener la documentación, la joven ingresó a una escuela pública. Apenas empezó a estudiar, se vio de cara a la xenofobia y discriminación de un grupo de estudiantes que, incluso, llegaron a agredirla.

Marian Rivero, a los 18 años, enfrenta la discriminación con valentía y se convierte en un referente para migrantes en Perú. (Foto: Nic Maish).
Marian Rivero, a los 18 años, enfrenta la discriminación con valentía y se convierte en un referente para migrantes en Perú. (Foto: Nic Maish)

Al inicio, las manifestaciones de odio eran verbales. Apodos y comentarios malintencionados eran recurrentes en el día a día de Marian. “En mi país estamos acostumbrados a socializar mucho, no nos importa si es con hombres o mujeres, nosotros somos muy sociables. Por esto, mis compañeros me ponían sobrenombres y etiquetas muy feas”.

Por desgracia, las agresiones no quedaron ahí. Un día, mientras se encontraba en el baño, un grupo de estudiantes le tiró agua, lo que llevó a Marian a hablar con las autoridades de la institución. Esto causó la expulsión de la persona que había orquestado los ataques. Aún así, estos episodios marcaron a la joven, quien, en una dura bienvenida, tuvo que conocer la crueldad de un país que ha normalizado el odio.

Ciudad diferente, mismo ambiente

Luego de pasar unos meses complicados en Lima, Marian se mudó a Chiclayo. Ahí, comenta, si bien no hubieron agresiones físicas, los comentarios malintencionados y las ‘bromas’ de mal gusto no cesaron. “Cuando llegué a Chiclayo se empezó a difundir la noticia de unos venezolanos que descuartizaron a una persona. Esto desató toda clase de chistes y burlas, también se burlaban de mí por la comida de mi país”.

“Yo era brigadier y, cada vez que me molestaba o les llamaba la atención, decían: “ten cuidado porque te va a descuartizar”.

Obligada a cambiar su identidad

Marian tuvo que cambiar su forma de ser y de hablar para que no identifiquen que es extranjera y, así, ahorrarse malos momentos. “Tuve que cambiar para poder encajar. Los seres humanos siempre sentimos la necesidad de pertenecer a un grupo para sobrevivir. Fue esta necesidad la que me llevó a moldear mi personalidad y es algo que hoy en día sigo haciendo”.

“Mi acento no es muy marcado porque llevo años en este proceso de adaptación. Siempre me he acostumbrado a adaptarme a las circunstancias, por lo que no me fue muy difícil. Pero, para un niño de 12 o 13 años, es muy difícil tener que aceptar esta realidad al momento de migrar”, señaló Marian Rivero.

migrantes. Para evitar la xenofobia, Marian cambió su acento y comportamiento en Chiclayo. (Foto: Nic Maish).
Para evitar la xenofobia, Marian cambió su acento y comportamiento en Chiclayo. (Foto: Nic Maish).

Una oportunidad de tomar el liderazgo

Marian encontró una oportunidad inesperada cuando fue convocada por su colegio para participar en mesas de trabajo organizadas por la Municipalidad de Pimentel y la organización Nic Maish. Sin saber inicialmente el propósito de la convocatoria, Marian y sus compañeros fueron asignados a discutir problemáticas sociales y proponer soluciones.

Su capacidad de liderazgo se destacó cuando fue elegida para representar a su grupo y exponer sus ideas. Este evento marcó el inicio de su participación activa en el Consejo Consultivo de Niños, Niñas y Adolescentes, donde, tras varios meses, fue invitada a formar parte del proyecto de “Despegue Adolescente”.

En este programa, Marian y otros jóvenes de Lambayeque recibieron capacitación en liderazgo y habilidades comunicativas, permitiéndoles proponer planes de acción a alcaldes y realizar ferias en colegios públicos. A lo largo de este proceso, Marian no solo se convirtió en una voz influyente para otros migrantes, sino que también asumió un papel de apoyo y guía.

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