Salvatore y su familia se encontraban en la tienda de ropa para mujeres que, luego de mucho esfuerzo, abrieron en Carabobo, Venezuela. El local del psicólogo ya había sido víctima de la delincuencia en dos ocasiones. Aquella tarde, los criminales no sólo perpetraron el tercer robo al establecimiento, sino que, en medio de su accionar, le apuntaron con un arma de fuego a su hija de cuatro años. En ese momento, Salvatore tomó la decisión definitiva: dejar Venezuela.
La llegada a Perú planteó nuevos desafíos, sobre todo a nivel profesional. Salvatore menciona que una de las primeras gestiones que realizó, fue solicitar la residencia como padre de hija peruana. Después, el psicólogo con más de 30 años de experiencia, fue a la Sunedu para convalidar sus títulos.
La lucha por la colegiatura
El proceso no estuvo exento de complicaciones. Aunque, en principio, revalidaron su título sin problemas en 45 días, la colegiatura en el Colegio de Psicólogos de Perú presentó dificultades inesperadas. «Me pidieron una serie de requisitos y hasta donaciones. Luego de cumplir todo, me informaron que no podían colegiarme porque debía realizar una reválida en la universidad. Fue un golpe bastante duro», confiesa Gullo.
A pesar de las trabas iniciales, Gullo perseveró en su objetivo de ejercer su profesión en Perú. Con la ayuda de una colega logró encontrar una solución. «Una amiga me dijo que en Perú existen dos colegios de psicólogos, y me llevó al Consejo Directivo Regional Uno de Lima, la sede histórica. Allí me colegié al final y con un costo mucho menor al que me habían pedido en el otro lugar», explica.
Este logro le permitió abrir su propio centro de salud mental en Huancayo, donde atiende a pacientes y se ha consolidado como un profesional con reconocimiento en la región. «Hoy en día, cuento con un centro de salud mental privado que ha crecido gracias al esfuerzo y dedicación. Aquí en Huancayo he podido ganarme un nombre como psicólogo», dice con orgullo.
De la docencia a su propio centro de salud mental
Además de ejercer como psicólogo clínico, Salvatore también incursionó en el ámbito académico. Trabajó como docente en universidades peruanas, como la Universidad Nacional del Centro del Perú y la Universidad Continental, ambas con sede en Huancayo. «Empecé a dar clases en 2019. Recuerdo que en mi primer proceso de selección competí con 15 postulantes, la mayoría peruanos. No pensé que quedaría, pero al día siguiente me llamaron para firmar el contrato», rememora.
Con el tiempo, su consultorio demandó cada vez más tiempo, lo que lo llevó a renunciar a la universidad para dedicarse de lleno a su centro de salud mental. «Mis ingresos en el consultorio eran el doble o más de lo que ganaba en la universidad. Además, la atención a los pacientes es algo que me apasiona, por lo que decidí enfocarme en ello», señala Gullo.
Reflexiones sobre la migración y la percepción del venezolano
Salvatore Gullo es consciente de los desafíos que enfrentan los migrantes venezolanos en Perú. En estos años, notó un estigma creciente en torno a su nacionalidad, alimentado por la criminalidad vinculada a ciertos grupos. Sin embargo, enfatiza que la mayoría de los venezolanos que migran lo hacen con la intención de trabajar y rehacer sus vidas.
A pesar de los desafíos, Salvatore mantiene una actitud positiva y optimista. Para él, su historia es solo un reflejo de lo que muchos venezolanos tuvieron que vivir al migrar. «Es importante que la gente sepa que no somos solo números o estadísticas de migración. Detrás de cada venezolano hay una historia de lucha y superación», concluye.