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martes 22, octubre 2024

Las herramientas de una niña migrante

Aismara, venezolana de 9 años que actualmente reside en Puerto Pizarro, Tumbes, Perú, es una de las miles de niñas que junto a sus familias ha realizado un largo viaje en busca de un lugar más seguro para crecer.

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Hubo un tiempo en el que cuando Aismara salía de su casa, sus padres no sabían si volvería con bien. El temor estaba justificado, pues dos de sus tres tíos adolescentes de 16 y 17 años perdieron la vida entre 2016 y 2017 en un contexto de violencia que la familia decidió dejar en el pasado, aunque eso signifique dejar mucho.

Con lágrimas en los ojos, su madre, Ana Fidencia, cuenta que tomó la decisión de emigrar hacia un nuevo lugar con la intención de encontrar un espacio más seguro para su familia, un lugar en el que sus hijos y el único hermano que le quedaba vivo, crecieran saludables y con oportunidades de un futuro mejor.

“No emigramos por comida, sino por la seguridad, para que mis hijos crezcan sin riesgos”, dice Ana Fidencia.

En 2018, Aismara y su familia iniciaron su larga caminata. Empezaron la travesía desde su natal Barinas, a 514 km. de Caracas. Acompañada de su mamá, sus dos hermanos y el único tío que le quedaba vivo de 14 años, Aismara salió de Arauca hacia Saravena (Colombia), de ahí enrumbó hacia Cúcuta, para posteriormente llegar a Ecuador y dirigirse en bus a Tumbes con la ayuda de organismos de las Naciones Unidas.

Su papá los recibió en la localidad de Puerto Pizarro, donde actualmente residen. (Foto: Unicef)
Su papá los recibió en la localidad de Puerto Pizarro, donde actualmente residen. (Foto: Unicef)

“Llegamos en la cola humanitaria, caminando, un ratico a pie y un ratico en bus. Puerto Pizarro nos abrió las puertas bien. Venir fue una buena decisión. Acá es tranquilo, bonito y nunca ha habido discriminación”, cuenta Aismara, quien también confiesa que por mucho tiempo sintió miedo de que sus hermanos perdieran la vida como sus tíos.

Vive en una casa por la que paga un alquiler mensual de 200 soles (US$52) en la zona de Los Guamitos, a 5 min. de su escuela, la I.E. Miguel Grau, donde también estudian sus dos hermanos, en 5to de primaria y 2do de secundaria, y en la que hay más de 100 estudiantes migrantes en los dos niveles.

Allí, Unicef instaló cinco aulas prefabricadas, que permitió que al menos 300 estudiantes en dos turnos tengan la posibilidad de acceder al sistema educativo. Además, se entregaron carpetas y sillas, así como kit deportivo musical y limpieza. Se mejoraron los servicios higiénicos, lo que permitió que las y los estudiantes tengan un espacio digno y limpio, y se mejoró los espacios deportivos y recreativos.

En esta escuela también se realizó el Programa de reforzamiento escolar de agosto a septiembre del 2023, y de enero a febrero del 2024, del que participaron más de 200 niñas, niños y adolescentes, gracias a la participación de 5 voluntarios, entre docentes y psicólogas, aunque Aismara ha sobresalido sin requerir este apoyo. De igual manera, se entregó kits de útiles escolares a estudiantes como Aismara, que necesitan las herramientas para mantener sus sueños de grandeza.

Niña venezolana en colegio de Tumbes haciendo sus tareas (Foto: Unicef)
Niña venezolana en colegio de Tumbes haciendo sus tareas (Foto: Unicef)

“¿Volver a mi país? No, quiero quedarme aquí. Volver a empezar de nuevo sería muy difícil, sería emigrar un mundo. Puerto Pizarro es muy tranquilo, te olvidas de los problemas”, asegura.

Ana Fidencia, su madre, afirma que su familia emigró para darle un futuro a sus hijos y hacer que crezcan “en un pueblo digno, donde pueda expresarse, donde yo le pueda decir ‘yo no, pero tú sí’. Ese lugar es Puerto Pizarro”.

De grande, Aismara quiere ser veterinaria y ya está practicando, pues en la casa que alquilan tienen chanchos, gallinas y patos y asegura que le gusta “estar ahí, en la marranera, ayudando cuando nacen los chanchitos. Yo los traigo al mundo”.

En este mes de septiembre, será proclamada Reina de la Primavera en su institución educativa por ser una gran compañera de clase. Con su madre y toda su familia, están preparando una festividad para celebrar la alegría que nadie les podrá arrebatar. Han encontrado las herramientas de la felicidad.

Fuente: Ricardo Monzón / Unicef

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