A solo 15 minutos de Puerto Maldonado, en el kilómetro 439 de la Carretera Interoceánica Sur, se extiende el Lago Yacumama, un espejo de agua que refleja no solo el cielo amazónico, también la lucha por conservar la biodiversidad y la memoria espiritual de Madre de Dios. Con 40 995 hectáreas de extensión, esta área de conservación se ha convertido en refugio de anacondas, aves silvestres, palmeras de aguaje y comunidades que han decidido protegerla.
El nombre “Yacumama” proviene del quechua: yacu significa agua y mama, madre. Para los pobladores de la comunidad de Santa Teresa, donde se encuentra el lago, la anaconda es la “madre de las aguas”, una figura mitológica que representa protección, fertilidad y sabiduría.
“Antes de que llegara la carretera, aquí vivían muchas yacumamas”, cuenta Don Lucas Evangelino Mamani Yapo, líder comunal y guardián del lago. “Se comían el ganado, los animales de crianza. Pero llegaron los cazadores furtivos y empezaron a vender sus cabezas y pieles”.
La amenaza y la decisión de conservar
La caza de anacondas se intensificó tras la apertura de la vía asfaltada. Según creencias populares andinas, colocar la cabeza de una anaconda en un comercio atrae prosperidad, aunque, como aclara Lucas, “eso es solo un mito”. Pese a ello, una cabeza puede llegar a costar hasta S/ 5000, ($/ 1500 aproximadamente), dependiendo de su tamaño. Esta práctica, sumada a la presión humana, redujo drásticamente la presencia de estos reptiles en el lago.
“Ahora ver una anaconda es cuestión de suerte. Algunas miden hasta diez metros, pero viven ocultas, bajo el agua. Hay que tener paciencia para verlas”, dice Lucas.

Ante esta amenaza, en 2010, Lucas convenció a los comuneros de Santa Teresa para iniciar un proceso de conservación. Cuatro años después, el 4 de junio de 2014, la Dirección Regional Forestal y de Fauna Silvestre otorgó la concesión para la conservación del lago. Desde entonces, se promueve la protección de la biodiversidad, la investigación científica y el turismo sostenible.
Turismo y vida silvestre en armonía
El Lago Yacumama es también un paraíso para la observación de aves. Guacamayos azules, loros, patos silvestres y canarios anidan entre las palmeras de aguaje, que abundan en la zona. “Aquí hacen sus nidos, aquí vuelan, aquí comen”, relata Lucas. Al amanecer, los sonidos del bosque forman una sinfonía natural que acompaña a los visitantes durante todo el día.
La experiencia turística comienza temprano. A las cuatro de la madrugada, los visitantes se embarcan en botes a remo para recorrer el lago. Las aguas, cubiertas de plantas acuáticas que florecen solo de noche, parecen un manto de lentejuelas vivas que se cierran al salir el sol. En el trayecto, se pueden observar orquídeas silvestres, palometas, bujurquis y pirañas, cuya pesca forma parte de la experiencia vivencial.
Antes de la pandemia, Lucas recibía visitantes nacionales y extranjeros interesados en conocer el lago, pescar pirañas y escuchar los relatos ancestrales de la comunidad. Hoy espera retomar las visitas con fuerza. “Queremos que los visitantes vivan la armonía entre el ser humano y la naturaleza”, afirma.
La cercanía del lago con la Carretera Interoceánica Sur ha favorecido su auge turístico. Esta vía, que conecta el Pacífico con el Atlántico, ha transformado la conectividad del sur peruano. Desde Cusco, Madre de Dios o incluso desde la frontera con Brasil, Yacumama se perfila como una parada obligada para quienes buscan conexión espiritual y belleza natural sin alejarse de las rutas principales.

El alma del lago
Más allá del turismo, el Lago Yacumama encarna una historia de resistencia. Es el testimonio de una comunidad que decidió proteger su entorno frente a la caza furtiva y la degradación ambiental. También es símbolo de sabiduría ancestral, donde la figura de la anaconda como madre de las aguas permanece viva en la memoria colectiva.
“Este lago tiene alma”, dice Lucas. “Aquí todo respira: las aves, las plantas, el agua. Y la Yacumama nos cuida, aunque ya no se deje ver tan fácil”.
En tiempos en que la Amazonía enfrenta múltiples amenazas, el Lago Yacumama se alza como ejemplo de conservación comunitaria, turismo responsable y respeto por la vida. Un lugar donde la naturaleza aún tiene voz y cada visitante puede escucharla, si se acerca con humildad.


