En un contexto de mayor demanda de frutas y verduras, el uso de plaguicidas vuelve a colocarse en el centro del debate público. Mientras persisten preocupaciones sobre posibles riesgos para la salud, especialistas en agricultura señalan que estos productos cumplen un rol específico dentro de los sistemas productivos y que su impacto depende, principalmente, de cómo se utilizan.
Los plaguicidas son utilizados en la agricultura moderna desde la década de 1950, tras la Segunda Guerra Mundial, como una herramienta para controlar insectos, enfermedades y malezas que afectan los cultivos. De acuerdo con el ingeniero agrónomo Javier Vásquez Castro, profesor principal del Departamento de Entomología de la Facultad de Agronomía de la Universidad Nacional Agraria La Molina, estos insumos permiten reducir pérdidas que, a nivel mundial, fluctúan entre el 10 y el 28% de la producción agrícola.
Organismos internacionales como la FAO y la OMS coinciden en que el control de plagas es fundamental para garantizar que los alimentos lleguen a los mercados en condiciones adecuadas y en volúmenes suficientes, especialmente en países con una fuerte dependencia de la agricultura.
Riesgos de una prohibición sin sustento técnico
Según el especialista, la eliminación de los plaguicidas de uso agrícola, sin un análisis técnico y socioeconómico, tendría efectos directos en los rendimientos de los cultivos. Esta situación podría generar pérdidas económicas para los agricultores, escasez de alimentos y un impacto negativo en la agroexportación peruana, uno de los principales sectores de crecimiento económico del país.
Desde esta perspectiva, el debate se traslada del producto en sí hacia las condiciones en las que se emplea dentro del manejo agrícola.
Regulación y uso adecuado
Vásquez sostiene que los plaguicidas autorizados por el SENASA y regulados bajo los estándares del Codex Alimentarius son seguros cuando se utilizan conforme a las indicaciones técnicas. “Los plaguicidas son un componente importante de los programas de Manejo Integrado de Plagas y, utilizados apropiadamente, traen beneficios a la producción agrícola”, afirma.
El especialista enfatiza que el respeto de las dosis, los periodos de carencia y los intervalos de reingreso permite que los residuos presentes en los alimentos se mantengan dentro de los límites aceptados por mercados exigentes como la Unión Europea y Estados Unidos.
Una percepción común es que los alimentos contienen excesos de plaguicidas de manera habitual. Sin embargo, el experto atribuye estos casos a prácticas inadecuadas en el campo. “El problema no es el plaguicida, sino el mal uso debido a la falta de capacitación y fiscalización”, señala.
También se cuestiona la idea de que eliminar estos insumos haría los alimentos más seguros. De acuerdo con la información técnica disponible, su ausencia incrementaría la vulnerabilidad de los cultivos frente a plagas y reduciría la disponibilidad de alimentos.
Prácticas en el hogar y desafíos pendientes
En el ámbito doméstico, acciones como lavar frutas y verduras bajo agua corriente, pelarlas o cepillarlas contribuyen a disminuir residuos superficiales, además de eliminar tierra y gérmenes. En contraste, se desaconseja el uso de jabones u otros productos no aptos para alimentos, debido al riesgo de dejar residuos adicionales.
Finalmente, Vásquez Castro señala que, aunque las empresas formales del sector operan bajo estándares internacionales y desarrollan alternativas más seguras, persiste un reto central: fortalecer la capacitación de los agricultores y la fiscalización en el campo. “El verdadero desafío ahora es combatir la informalidad, mejorar la capacitación y fiscalización en el campo y promover el Manejo Integrado de Plagas, finaliza Vásquez Castro.
