Santiago, Chile. En un seminario sobre la historia y reemergencia de la presencia afrodescendiente en Chile, se abordó un tema que, por mucho tiempo, fue invisibilizado y negado. El evento, realizado en el auditorio de Historia de la Pontificia Universidad Católica, contó con la exposición del Dr. en Antropología, Luis Campos, quien compartió un relato personal e histórico del arduo camino recorrido para visibilizar a la comunidad afrochilena.
Una historia de negación y activismo
Campos inició su relato en 2012, cuando la academia chilena comenzó a involucrarse en la causa afrodescendiente a raíz de la solicitud de un estudio genealógico. Por mucho tiempo, la presencia de personas de ascendencia africana en Chile fue tratada como un tema del pasado, una herencia histórica «desaparecida» en los textos académicos. Sin embargo, Campos destacó que el activismo y la perseverancia de los mismos dirigentes de la comunidad afrodescendiente fueron la clave para su reemergencia.
El antropólogo mencionó figuras como Scarleth Nijborg, quien, motivada por su participación en el movimiento rastafari, se convirtió en una pieza clave para conectar a las comunidades con la academia y el Estado. Su trabajo fue decisivo para el encuentro Pre-Durban de 2001 en Santiago, una reunión histórica que se realizó en Chile a pesar de que los propios organizadores, según una anécdota relatada por Campos, afirmaban que el país «no tenía negros».
Esta declaración, lejos de ser un obstáculo, se convirtió en la primera gran aparición política del movimiento, donde sus líderes se levantaron y dijeron: «Estamos aquí».
Logros y desafíos de un camino de 25 años
Campos resaltó la importancia de la organización comunitaria en Arica y sus valles, un bastión histórico de la presencia afro en Chile. La formación de agrupaciones como Oro Negro y Lumbanga impulsó demandas fundamentales: ser contados en los censos, acceder a políticas públicas pertinentes y obtener reconocimiento legal.

A pesar de la resistencia inicial y la invisibilización, el movimiento logró avances significativos. Obtuvieron el apoyo del Consejo de la Cultura y lograron que sus demandas fueran escuchadas. Aunque el Estado ya aplicaba políticas públicas de facto en Arica, el reconocimiento oficial tardó en llegar. Finalmente, en 2019, la promulgación de la Ley 21.151 marcó un hito histórico, reconociendo legalmente al Pueblo Tribal Afrodescendiente Chileno, casi 20 años después del inicio de su movilización.
Sin embargo, el experto señaló que aún quedan desafíos pendientes. La ley tiene un sentido «restringido» al no considerar a la población migrante afrodescendiente y sus descendientes nacidos en Chile. Esto genera una paradoja, ya que el país sigue siendo un foco de migración de afrodescendientes, cuyas realidades deben ser también visibilizadas.
El censo como herramienta de justicia
Para Campos, la inclusión de la pregunta de autoidentificación afrodescendiente en el Censo 2024 marca un punto de inflexión. Después de que en el censo de 2017 la categoría «otros» fuera la única opción para muchos, la visibilidad estadística es ahora uno de los elementos clave para el fortalecimiento del movimiento y la implementación de políticas públicas más justas.
Al igual que sucedió con el pueblo diaguita, que fue reconocido a partir de un enclave geográfico y luego se amplió su visibilidad, el antropólogo es optimista. Él cree que los datos del censo de 2024, sumados al arduo trabajo del movimiento y de la academia, abrirán la puerta para que la comunidad afrodescendiente sea reconocida en toda su amplitud, fortaleciendo una matriz «negra» que siempre ha sido parte de la nación chilena.


