Hoy, en el Día del Cacao y Chocolate Peruano te presentamos la historia de Elemento. En la cuenca del río Marañón, la marca peruana Elemento trabaja con comunidades Awajún para producir chocolate de calidad mundial. Pero más allá de los premios, Elemento transforma cacao nativo en chocolate de excelencia, y también transforma historias: las de quienes lo cultivan, lo cuidan y lo dignifican.
Elemento no nació como un negocio convencional. Nació, de acuerdo con las palabras de Miguel Marrou, uno de sus fundadores y actual gerente general, de una urgencia. “Queríamos trabajar de una manera que pudiera significar un cambio para alguien. No solo para nosotros”, señala. En el Perú hacen falta puentes: puentes que acerquen a los productores, con su conocimiento ancestral, al consumidor nacional e internacional. Elemento surgió como una respuesta a esa distancia.
El proyecto estatal Tajimat ya estaba capacitando a comunidades en la poscosecha del cacao, pero no había compradores que pagaran un precio justo. Al ver esta problemática, Elemento decidió convertirse en la salida comercial de ese cacao. “Se triplican los ingresos que perciben por ese cacao”, explica Miguel.
“Dignificamos el trabajo de los productores”. En ese camino, también se busca resolver otra problemática que él identifica: “Hay un contraste muy grande entre la riqueza natural del Perú profundo y la pobreza económica”.
Confianza, idioma y dignidad
Lograr la confianza de las comunidades Awajún de la cuenca del río Marañón, en Amazonas, fue un reto importante. “Romper esa barrera de confianza fue clave”, recuerda Miguel. Otra dificultad fue el idioma. A esto se sumaba la desconfianza de las comunidades, justificada por malas experiencias pasadas, ya que durante años, habían sido víctimas de estafas. Sin embargo, el vínculo se tejió paso a paso. “Hoy puedo decir que tengo amigos muy cercanos en estas comunidades”.

Pero el trabajo de Elemento no se limita a comprar cacao nativo amazónico. También es una empresa que actúa con respeto hacia los saberes ancestrales que permiten la producción de un cacao de tan alta calidad. “Toda la sabiduría que hay desde la chacra es algo que se debe incorporar hacia adelante en el negocio”.
Miguel y su equipo compran el cacao pagando hasta el triple de lo que ofrecen otras empresas. Luego, lo transforman en chocolate a través de un proceso de industrialización. Este chocolate ha obtenido reconocimientos internacionales, como medallas de bronce en los International Chocolate Awards y tres medallas en el Concurso Nacional de Chocolate Peruano 2024: dos medallas de plata en la categoría Micro-lote – Barras de chocolate oscuro simples/origen y una medalla de plata en la categoría Barras de chocolate oscuro simples/origen con alto porcentaje de cacao (85 % o más).
“Es una alegría para toda la organización”, dice Miguel. Y más aún cuando esos galardones permiten crecer: “Recibir un premio nos permite vender más chocolate, comprar más cacao y beneficiar a más personas.”
Un propósito que no se olvida
Más allá de la estrategia empresarial y los resultados, para Miguel Elemento es también una forma de vida. “Elemento me ha dado un amor por el trabajo.” Un trabajo que nace de la tierra, que escucha a quienes la conocen y que no olvida el propósito con el que empezó. “Nunca quiero perder el ideal por el cual creamos esta empresa.” Es ese amor por el cacao, por las comunidades, por lo justo, el que sostiene a esta marca en un tiempo en que muchos negocios olvidan su raíz.
*Esta y otras historias forman parte de la Revista del Salón del Cacao y Chocolate 2025. Conócelas aquí.


