Alejandro Digar nació en Venezuela, cuando la debacle política, económica y social aún no había tocado las puertas del país llanero. Desde pequeño, Alejandro tuvo un contacto muy cercano con el café. Sus abuelos, medianos productores, utilizaban procesos artesanales para prepararlo. Gracias a esto, Alejandro es consciente desde muy niño de la calidad del café que quiere consumir y elaborar.
El barismo es el arte de preparar bebidas en base al café y teniendo un gran conocimiento del mismo. Desde hace unos años, esta disciplina viene en ascenso gracias a sus grandes representantes y a personas que se están dedicando a promoverla.
Al llegar a Perú, así como la mayoría de los migrantes, Alejandro tuvo problemas para encontrar un trabajo que le permitiera sostenerse de manera confortable. Ante la dificultad para conseguir el Permiso Temporal de Permanencia (PTP) -y, aún con el-, el joven se vio obligado a trabajar en puestos informales que, como de costumbre, no respetan ni dignifican los salarios de empleados extranjeros.
El barismo se cruzó en la vida de Alejandro por primera vez cuando, gracias a Solei Pinedo, amiga suya y fundadora de la cafetería Cordillera 27, el joven asistió a una ruta de cafés de especialidad. “En ese momento, luego de cuatro años trabajando en otros rubros, me reencontré con el café”, señaló el joven venezolano.
El trabajo y la discriminación migrante
Alejandro pasó dos noches haciendo fila para conseguir los certificados penales de la Policía Internacional (Interpol). Posteriormente, fue a Migraciones para conseguir su PTP. Una vez con esos documentos, Alejandro encontró en un call center su primer medio trabajo formal. A pesar de tener la reglamentación, la empresa puso como requisito que el joven extranjero no iba a percibir la totalidad de su sueldo, sino un 70%. Esta y otras medidas que tenían con los extranjeros, eran parte de una política interna.
“En ese momento sí me sentí un poco discriminado”.
Luego de tomar cursos de pastelería y empezar a trabajar en Cordillera 27, un problema personal impulsó a Alejandro a especializarse en el café e interesarse por el barismo. El joven venezolano señala que a raíz de este momento complicado, su pasión por el café despertó y hoy en día le apasiona que las personas se vayan de la barra con una experiencia distinta.
“El café empezó a interesarme cada vez más y realmente fue un antes y un después en mi vida. Ahora comprendo que ser barista es tener la oportunidad de cambiar el día de una persona, porque cuando alguien se sienta en la barra es porque tiene algo de qué hablar”, señaló el joven barista.
Un antes y un después
Un año y medio después, en octubre de 2023, un entonces inexperto Alejandro participó en un campeonato de cafés filtrados por primera vez. “Recuerdo que estaba muy nervioso porque era un barista muy inexperto. Hasta ese momento, nunca había tomado un curso de barismo”, señaló.
A pesar del miedo y la inexperiencia, gracias a las horas de práctica y determinación, Alejandro logró ganar la competencia con el método Origami y, con esto, muchas puertas se le abrieron. “A partir de ahí tuve muchas oportunidades, muchas personas me conocieron, también me empezaron a contactar varias marcas de cafés y hasta ahora estoy en eso”. Gracias a ese logro, Alejandro también se ha dedicado a brindar cursos de cafés filtrados.
Amor por el café peruano
Luego de visitar distintos lugares, Alejandro se enamoró del café peruano. En Koffy Café, por ejemplo, trabaja con cafés de Junín. Tuvo la oportunidad de estar en otras ciudades como Cusco, en donde tuvo una intensa conexión con los granos de café y su cultivo. “Además, he probado cafés de Cajamarca y Huancavelica”, comentó Alejandro.
Sin embargo, el joven barista mostró su preferencia por un café en especial: “El mejor café está en Villa Rica, en la provincia de Oxapampa y departamento de Pasco. Ese lugar es conocido como una de las mejores zonas caficultoras”
Al día de hoy, Alejandro está trabajando como barista en Café GianFranco, en San Isidro. Asimismo, apoya recurrentemente en la logística de la cafetería Cordillera 27. La historia de Alejandro es el reflejo del duro camino por el que atraviesan muchos ciudadanos extranjeros al llegar al país y de la forma en la que se sobreponen a las adversidades.