Jane Goodall, una de las figuras más influyentes en el estudio de los primates y en la defensa del medio ambiente, murió a los 91 años por causas naturales, según informó el Instituto Jane Goodall este miércoles 1 de octubre. La primatóloga se encontraba en California como parte de una gira de conferencias por Estados Unidos.
“Los descubrimientos de la Dra. Goodall como etóloga revolucionaron la ciencia, y fue una incansable defensora de la protección y restauración de nuestro mundo natural”, señaló la organización en un comunicado difundido en redes sociales.
Goodall alcanzó notoriedad internacional por sus estudios sobre chimpancés en libertad, particularmente en el Parque Nacional Gombe Stream, en Tanzania. Allí comenzó su trabajo en 1960, sin formación científica formal, bajo la tutela del antropólogo Louis Leakey.

Descubrimientos que cambiaron la ciencia
Entre sus contribuciones más importantes se encuentra la observación de que los chimpancés no solo utilizaban herramientas, sino que también las fabricaban. “Eso era modificación de objetos, el crudo inicio de la fabricación de herramientas, nunca se había visto antes”, relató Goodall en el documental Jane (2017).
Su enfoque rompió con los métodos tradicionales de la etología. En lugar de asignar números a los animales observados, les puso nombres y documentó rasgos de personalidad. Esto le valió críticas por parte de sus colegas, que cuestionaban su falta de formación académica. Sin embargo, Goodall defendió sus métodos: “Mis observaciones en Gombe desafiarían la unicidad humana”, afirmó.
En 1965 obtuvo su doctorado en etología en la Universidad de Cambridge, convirtiéndose en una de las pocas personas admitidas a un doctorado sin título universitario previo.
De científica a figura global
A partir de los años 80, Goodall dejó gradualmente su trabajo de campo para volcarse a la conservación ambiental y la educación. “Fui a la conferencia como científica. Salí como activista”, contó sobre su participación en un encuentro sobre conservación en África en 1986, donde tomó conciencia de la degradación de los hábitats naturales.

Desde entonces, recorrió el mundo promoviendo campañas de protección animal, el uso sostenible de los recursos y la educación ambiental. Su fundación, el Instituto Jane Goodall, promueve proyectos de conservación y educación en más de 100 países.
Su programa educativo juvenil Roots & Shoots, fundado en 1991, sigue activo con miles de jóvenes participantes comprometidos con causas ambientales.
Reconocimientos y legado
A lo largo de su carrera, Goodall recibió más de un centenar de distinciones, entre ellas el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica (2003), el Premio Kyoto (1990), la Legión de Honor de Francia y la Medalla Hubbard de la National Geographic Society. En 2002, fue nombrada Mensajera de la Paz por la ONU.
Goodall también fue Dama Comendadora de la Orden del Imperio Británico, distinción otorgada por la reina Isabel II en 2004.
El Parque Nacional Gombe Stream, donde inició su investigación, alberga hoy el estudio más extenso jamás realizado sobre animales salvajes en su hábitat natural. Su trabajo transformó el modo en que la ciencia comprende la conducta animal y contribuyó a eliminar la idea de una separación radical entre humanos y otros primates.
Una visión que inspiró a generaciones
Goodall defendía que la capacidad humana de planificación y comunicación conlleva una responsabilidad ética con el planeta. “¿No es extraño que las criaturas más intelectuales que jamás hayan caminado por el planeta estén destruyendo su único hogar?”, se preguntó en múltiples conferencias.

Hasta sus últimos años, mantuvo un ritmo activo, viajando constantemente para brindar charlas, visitar proyectos de conservación y promover su mensaje. Durante la pandemia de COVID-19, trasladó sus intervenciones al ámbito virtual, donde continuó abogando por un cambio de relación entre los humanos y el resto del mundo natural.
Una infancia marcada por la curiosidad
Nacida el 3 de abril de 1934 en Londres, su interés por los animales surgió desde muy temprana edad. A los cuatro años, esperó durante horas en un gallinero para ver cómo una gallina ponía un huevo. Su madre, lejos de reprenderla, apoyó siempre su curiosidad, un respaldo que Goodall consideró clave en su desarrollo.
Ya de adulta, trabajó para costearse un viaje a África, donde conoció a Leakey. Fue él quien impulsó su carrera como investigadora de campo. “Cuando empecé a estudiar a los chimpancés, no había nadie que me dijera cómo hacerlo”, recordó en varias ocasiones.
Un legado en evolución
La muerte de Jane Goodall marca el fin de una era, pero su legado permanece activo a través del Instituto que lleva su nombre y de las generaciones de científicos, educadores y jóvenes que crecieron inspirados por su ejemplo.
António Guterres, secretario general de la ONU, expresó en la red social X: “Goodall deja un legado extraordinario para la humanidad y nuestro planeta”.
La ciencia, la conservación y el activismo ambiental pierden a una de sus principales voces. Su vida y trabajo seguirán siendo referentes para entender no solo a los chimpancés, sino también a nuestra propia especie.


