Desde el corazón de Ácora, Puno, a casi 3800 metros sobre el nivel del mar, mujeres agricultoras como Pascuala Pari de la Asociación Sumaq Chuyma, y Fanny Ninaraqui de la Asociación Ayrumas Carumas, están en primera línea contra los embates del cambio climático. Su historia es un testimonio de resiliencia y empoderamiento, crucial en un país donde la inseguridad alimentaria afecta a 17.6 millones de personas.
«Antes no era así, el clima ha cambiado mucho», lamenta Pascuala Pari, refiriéndose a los extremos de sequías e inundaciones que azotan sus campos, poniendo en riesgo la producción de cultivos nativos y la biodiversidad. Esta realidad se alinea con la advertencia de Bochola Sara Arero, representante de la juventud del Foro Mundial de la Alimentación, quien señaló en el reciente Foro Político de Alto Nivel de la ONU en Nueva York que «las mujeres, en particular, soportan la carga de la inseguridad alimentaria como cuidadoras tradicionales, que se intensifica durante las crisis climáticas».
Bancos de semillas, un faro de esperanza y soberanía alimentaria
Ante la adversidad, la respuesta de estas mujeres ha sido innovadora y ancestral: la creación de bancos de semillas. Estas iniciativas no solo preservan la vasta biodiversidad agrícola autóctona de los Andes, sino que también aseguran los medios de vida de las familias y la comunidad.

«Nuestros cultivos estaban en peligro de extinción, pero ahora la gente está cosechando de nuevo y estamos cambiando eso», afirma con orgullo Fanny Ninaraqui.
Hasta la fecha, más de 125 variedades de cultivos nativos se han conservado gracias a estos esfuerzos. «Estoy contenta con mi pequeño banco de semillas. Ahora tengo todo tipo de quinua: negra, roja, blanca. Esto me apoya económicamente porque conservo y vendo mis productos en los mercados locales», explica Pascuala Pari. La capacidad de intercambiar semillas entre bancos refuerza la red de apoyo y conocimiento tradicional.
Derechos a la tierra y normas sociales
A pesar de estos avances, las agricultoras peruanas enfrentan obstáculos significativos. Un reciente informe del Secretario General de la ONU, presentado en el Foro de Nueva York, reveló que el 58% de los países carecen de suficiente protección para los derechos de las mujeres sobre la tierra. En Perú, como en muchas partes del mundo, las mujeres tienen menos de la mitad de probabilidades que los hombres de tener títulos de propiedad seguros.
«Los derechos de las mujeres a la tierra son fundamentales para la voz y la agencia de las mujeres, sus medios de vida, su bienestar y su resiliencia», enfatizó Seemin Qayum, asesora de políticas de ONU Mujeres. La falta de reconocimiento legal como agricultoras las excluye de recursos, oportunidades y representación en la toma de decisiones. «Cuando se te reconoce como agricultora, tienes a tu disposición un mundo de posibilidades», añadió Carol Boudreaux, directora senior de Programas de Tierras de Landesa.
Sin embargo, el empoderamiento va más allá de lo legal. Clara Park, oficial superior de género de la FAO, subrayó la necesidad de «iniciativas destinadas a cambiar las normas e instituciones sociales discriminatorias». Las mujeres de Ácora lo saben bien: «Cuando eres joven y eres mujer, siempre hay alguien que trata de limitar tu progreso», señaló Ninaraqui, destacando cómo las barreras sociales y el machismo aún impactan sus aspiraciones.

Empoderamiento y sabiduría ancestral para el futuro
A pesar de los retos, el apoyo de organizaciones internacionales y de la sociedad civil, como el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), ha sido clave para fortalecer los bancos de semillas y empoderar a estas mujeres en su gestión. «Puedo liderar, puedo enseñar lo que he aprendido, ahora siento que tengo esta capacidad», afirmó Pascuala Pari, evidenciando una transformación personal y colectiva.
Pari y Ninaraqui, miembros de la comunidad indígena aymara, ven en los bancos de semillas una forma de innovar al tiempo que rescatan el invaluable conocimiento ancestral sobre la biodiversidad. «Estamos recuperando las semillas de la época de nuestras abuelas», señaló Pari, con la mirada puesta en el futuro. «Hoy les diría a más mujeres que sigan adelante, que no se desanimen por lo que piensen los demás y que tomen la iniciativa como yo lo hice», concluyó, un mensaje de esperanza y valentía para las nuevas generaciones de agricultoras en nuestro país.


