Cada año, miles de ballenas jorobadas recorren las costas peruanas, convirtiendo a lugares como Los Órganos, Máncora y Punta Sal en destinos clave para el turismo de avistamiento. Sin embargo, a medida que crece esta práctica, la necesidad de una regulación se vuelve cada vez más evidente. Aunque existe una resolución ministerial que establece distancias mínimas para acercarse a los cetáceos, su aplicación es solo una recomendación, dejando a estas especies expuestas a malas prácticas que pueden alterar su comportamiento.
El crecimiento descontrolado del turismo
Desde el 2008, el número de embarcaciones turísticas ha crecido considerablemente, superando las 25 en algunas zonas. Piero Uceda, oficial asociado de WWF Perú, advierte sobre el impacto de esta situación: «El número de embarcaciones debe limitarse a un máximo de tres por grupo de cetáceos, y el tiempo de permanencia con ellos no debe exceder los 25 minutos». Esta falta de control en la cantidad de barcos y el tiempo de interacción pone en riesgo a las ballenas, especialmente a las madres con sus crías, que son las más vulnerables durante el proceso de lactancia.
En muchos casos, los operadores turísticos desconocen las mejores prácticas para garantizar la sostenibilidad de la actividad. El oficial asociado de WWF también subraya la importancia de reducir la contaminación acústica: «Las embarcaciones deben cumplir con ciertos requisitos para minimizar el impacto ambiental, como el uso de motores ecológicos, fuera de borda y de cuatro tiempos». Además, es crucial que las aproximaciones a los grupos de ballenas se realicen de manera paralela a su trayectoria, evitando interrumpir su comportamiento natural.
La necesidad de una regulación efectiva
Perú sigue siendo el único país de Latinoamérica sin un reglamento oficial para el avistamiento de ballenas. A pesar de contar con lineamientos básicos, como la resolución ministerial que establece una distancia mínima de 100 metros entre los cetáceos y las embarcaciones, estos no son obligatorios, lo que deja a las ballenas expuestas a la sobreexplotación turística.
Uceda insiste en la urgencia de implementar una normativa oficial: «Es crucial establecer y respetar distancias mínimas de acercamiento para evitar la interrupción de comportamientos esenciales en las ballenas, así como para garantizar la seguridad de la tripulación». Además, hace un llamado a las autoridades para que articulen esfuerzos y creen una regulación que sea de cumplimiento obligatorio, evitando así el crecimiento descontrolado de esta actividad turística.
El papel del sector turístico en la conservación
El sector turístico puede desempeñar un rol clave en la conservación de las ballenas. El especialista destaca la importancia de la autorregulación y la concienciación de los turistas: «A través de una asociación de operadores turísticos, se pueden establecer lineamientos consensuados de buenas prácticas, cuyo cumplimiento sea monitoreado por las propias empresas del sector». Esta estrategia, según Uceda, ha sido efectiva en otros países, pero debe ser complementada con capacitaciones continuas para que los operadores turísticos puedan desarrollar la actividad de forma responsable y sostenible.
Manual de avistamiento de ballenas
En este contexto, entre el 23 y 27 de septiembre, Perú fue anfitrión de la reunión de la Comisión Ballenera Internacional (CBI), donde representantes de 63 países debatieron estrategias para la conservación de cetáceos y la regulación de la caza que aún persiste en algunas regiones.
Durante el encuentro, la CBI presentó su ‘Manual de Avistamiento de Ballenas’, una herramienta diseñada para guiar a los países miembros en la regulación de esta actividad, minimizando sus impactos negativos sobre las ballenas. Además, se ofreció asistencia técnica a los países que deseen implementar normativas más estrictas para garantizar la sostenibilidad de este creciente sector turístico.