Fundada en diciembre de 1964, la Cooperativa Agraria Industrial Naranjillo se consolidó como una de las organizaciones más importantes del cooperativismo en el Perú, liderando la producción de cacao y café en el Alto Huallaga.
«Fuimos pioneros en el café y el cacao, incluso en los momentos más difíciles del terrorismo y el narcotráfico», recuerda Juan Francisco Enríquez Rodríguez, socio de la cooperativa. Durante sus años de mayor auge, la organización contó con más de 10 000 socios.
En la década de 1980, Naranjillo apostó por la industrialización del cacao. «El primer Comité Proindustria del Cacao se formó en 1979. Fue entonces cuando comenzamos a construir el sueño de una planta industrial, financiada con el esfuerzo de los socios», explica Enríquez. Esta planta procesaba 500 kilos de cacao por hora, una capacidad que se triplicó en 2010 con la adquisición de una moderna maquinaria. Sin embargo, las decisiones financieras tomadas durante este periodo marcaron el inicio de su declive.
Decisiones que marcaron un quiebre
Los problemas internos también afectaron a Naranjillo. Para 2018, la organización había reducido su núcleo a 3700 socios. «El cambio de maquinaria fue una gran inversión, pero se hizo con dinero de la banca, sin un plan a largo plazo. Esto generó problemas financieros que no se pudieron resolver», señala Enríquez. Además, las disputas legales y administrativas intensificaron la crisis.
Actualmente, una comisión de cinco miembros y más de 500 socios activos luchan por recuperar la cooperativa. «Estamos comprometidos con devolverle su esencia, su patrimonio y su capacidad productiva», comenta Enríquez.
La lucha por recuperar Naranjillo
A pesar de los desafíos, los socios mantienen viva la esperanza. «La verdad siempre triunfa. Miles de socios están listos para apoyar en este proceso de recuperación», asegura Enríquez. En el camino, han enfrentado obstáculos legales y administrativos, pero también han encontrado apoyo en las instancias judiciales que comienzan a reconocer las irregularidades en la gestión pasada.
«Queremos devolverle a Naranjillo su grandeza y que vuelva a ser un emblema del cacao y café en el Perú», concluye Enríquez. Mientras tanto, los socios continúan trabajando con dedicación y esperan que las novedades legales favorezcan su causa.
