lunes 02, diciembre 2024

Diego, el cocodrilo de Tumbes que lidera la conservación de su especie en Perú

Con más de 40 años de vida y un peso de 250 kilos, Diego se ha convertido en una estrella en el Centro de Acuicultura Tuna Carranza y en un símbolo para la preservación de su especie, el Crocodylus acutus.

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Diego, un cocodrilo de Tumbes que mide más de tres metros y pesa alrededor de 250 kilogramos, ha pasado décadas en el Centro de Acuicultura de Tuna Carranza y hoy es una leyenda en su especie y un ejemplo de conservación en peligro. Con su característico aspecto, marcado por una carnosidad en uno de sus ojos, Diego se ha convertido en una atracción para quienes visitan el centro, donde ha contribuido significativamente a la repoblación del Crocodylus acutus, una especie amenazada.

Un pionero en la conservación

Diego llegó al Centro de Acuicultura hace más de 20 años, aún como un ejemplar juvenil, cuando fue capturado en el río Tumbes. Fue uno de los primeros cocodrilos seleccionados para el programa de reproducción, una iniciativa liderada por el Ministerio de la Producción a través del Fondo Nacional de Desarrollo Pesquero (Fondepes). Este esfuerzo comenzó cuando la especie fue declarada en peligro de extinción en el Perú, y desde entonces, Diego ha sido esencial en la recuperación poblacional de los cocodrilos en la región.

El programa de reproducción ha dado resultados impresionantes en Tuna Carranza. De los 40 cocodrilos que albergaba en sus inicios, el centro ahora cuenta con una población de más de 300 ejemplares, muchos de ellos descendientes de Diego. Aunque no es posible determinar exactamente cuántos de estos cocodrilos son sus hijos, el impacto de este reptil en la preservación de la especie es innegable.

Un hábitat adaptado a su naturaleza eurihalina

En la actualidad, Diego vive en un ambiente especialmente acondicionado para su especie. Los cocodrilos de Tumbes son eurihalinos, es decir, pueden adaptarse tanto a aguas dulces como saladas. Por eso, el estanque de Diego alterna entre ambos tipos de agua, asegurando un entorno ideal para su bienestar. Mientras que el agua salada se renueva a diario, el agua dulce se cambia semanalmente, una medida que mantiene las condiciones óptimas para su salud.

Este espacio permite a Diego disfrutar de un hábitat que respeta sus necesidades naturales. Aunque la reproducción ha sido detenida temporalmente y ya no convive con las hembras, sigue gozando de un entorno donde puede vivir con tranquilidad y en el que recibe una alimentación cuidadosamente balanceada.

De los 40 cocodrilos que albergaba en sus inicios, el centro ahora cuenta con una población de más de 300 ejemplares, muchos de ellos descendientes de Diego. (Foto: Difusión)

Alimentación y cuidados especiales

Diego sigue una dieta alta en proteínas que incluye entre 7,5 y 12,5 kilogramos de pollo fresco o pescado cada tres días, lo cual equivale al 3% o 5% de su peso corporal. Además de su dieta habitual, se le proporcionan vitaminas y suplementos nutricionales para asegurar su salud a largo plazo. La digestión de estos reptiles, caracterizada por un metabolismo lento, puede extenderse hasta 72 horas, y aunque carecen de lengua, Diego parece disfrutar sus alimentos, devorándolos lentamente.

Gracias a los años de convivencia con sus cuidadores, Diego ha aprendido a responder a su nombre. Cada vez que el personal de Fondepes lo llama, él se aproxima con calma a su zona de alimentación. No obstante, Diego pasa la mayor parte del tiempo observando su entorno con una calma característica, mostrando la serenidad de quien ha vivido largas décadas y se ha convertido en una figura emblemática.

Atractivo para la investigación científica

El interés por Diego va más allá de su rol en la reproducción. Su especie es de gran valor para la comunidad científica, y él, en particular, ha atraído la atención de estudiantes e investigadores de diversas universidades, tanto nacionales como internacionales, que visitan el centro de acuicultura para aprender sobre su biología y comportamiento. Diego se ha convertido en un ícono de la conservación de la fauna peruana, reflejando los esfuerzos de Tuna Carranza por preservar a estos reptiles en peligro.

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